viernes, 10 de julio de 2015

empiezan las vacaciones...

La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras.
Jean Jacques Rousseau

Tarea para las vacaciones

·        Disfrutar de este tiempo en familia…
·        Leer muchos cuentos
·        Jugar , jugar, jugar … pero ayudar un poco en casa.
·        Quedarse en la camita hasta tarde…
·        Tomar cositas calentitas para calentar la pancita…
·        Mirar en familia el blog del jardín para no extrañar tanto ¡!!

Y lo más importante

Dar muchos abrazos y besos para mantener calentito el alma…

Felices vacaciones de invierno…
Frío en las manos
frío en los pies
frío al derecho
frío al revés.

Frío en la cara
nariz colorada
frío con ganas
de estar en la cama.

Frío allí arriba
frío aquí abajo
frío con ganas
de dar un abrazo.

Frío de invierno
que va a comenzar,
y con mucho abrigo
te invita a jugar.

Nos reencontramos pronto…


martes, 7 de julio de 2015

Para compartir y trabajar en familia

El 9 de Julio se conmemora la Declaración de la Independencia. Declaración e independencia son palabras que no usamos todos los días.
Declarar significa comunicar, decir en voz alta o escribir, una decisión. Independencia tiene muchos significados. En este caso significa tener un gobierno propio y no depender de las decisiones de otros países.
En el jardín vamos a trabajar con los niños estos conceptos desde  algo muy concreto para ellos en la vida diaria … poder  reconocer y decir lo que sentimos y descubrir que podemos de  poco ir haciendo algunas cosas de manera autónoma … “ser independiente “

El cuento con el que trabajamos es  “La familia Delasoga” de Graciela Montes
- les enviamos una fotocopia y la pagina web por si quieren  escucharlo -  https://www.youtube.com/watch?v=YyP1DimvPoc



La familia Delasoga
La familia Delasoga era muy unida. O, por lo menos muy atada.
Juan Delasoga y María Delasoga se habían atado un día de primavera con una soguita blanca, larga, flexible, elástica y resistente. Y desde ese día no se habían vuelto a separar.
Lo mismo había pasado con Juancho y con Marita, los hijos de Juan y María. En cuanto nacieron, los ataron. Con toda suavidad, pero con nudos.
No es tan difícil de entender si uno lo piensa.
Marita, por ejemplo, estaba atada a su mamá, a su papá y a su hermano: en total, tres soguitas blancas anudadas a la cintura.
Y lo mismo pasaba con Juancho. Y con Juan. Y con María.
Claro que no era fácil acomodar tanta soga; había peligro de galletas, de sacudidas, de tropezones. Pero con el tiempo se habían acostumbrado a moverse siempre con prudencia y a no alejarse nunca demasiado.
Por ejemplo, cuando se sentaban a la mesa era más o menos así
Y cuando se acostaban a dormir.
Y cuando salín a pasear los domingos por la mañana.
Los Delasoga eran expertos en ataduras. La soga con que se ataban no era una soga así nomás, de morondanga; era una espléndida soga, elástica y extensible.
Así que cuando Juancho y Marita iban a la escuela, que quedaba a la vuelta, María podía quedarse en su casa haciendo la comida, casi como si tal cosa, salvo que la cintura le molestaba un poco porque la soguita estaba tensa…y tiraba.
Lo mismo pasaba cuando Juan iba al taller que, por suerte, quedaba al lado. A la hora de la leche no era raro ver a María, a Marita y a Juancho mirando la televisión mientras tres sogas los tironeaban un poco hacia la calle, porque el papá todavía no había vuelto.
De un modo o de otro, los Delasoga se las arreglaban.
Aunque, claro, había cosas que no podía hacer. Por ejemplo: Juancho nunca había podido salir a dar una vuelta a la manzana con sus patines.
Y eso era bastante grave porque Juancho tenía un par de patines relucientes con rueditas amarillas.
Pero ¿qué soga podía aguantar una vuelta a la manzana en dos patines?
A María le hubiese gustado visitar a su amiga Encarnación, la de Barracas. Pero ¡qué esperanza! No se había inventado todavía una soga tan resistente. Eso a María le daba un poco de pena porque era lindo charlar con Encarnación de tantas cosas.
Y Juan también. A Juan le hubiera encantado ir a la cancha a cantar a lo loco un gol de Ferro. Pero no; no podía: la soga no daba para tanto. Y eso a Juan, muy en secreto le daba un poco de rabia.
Y Marita, por no ser menos, también tenía sus ganas: ganas de pasear solita hasta el quiosco. Sola, no, ahí estaban las sogas, las tres soguitas blancas, flexibles y resistentes.
Y así siempre. Por años. Cuando una soga se ponía vieja, deshilachada y roñosa, la cambiaban por otra nueva, blanca y flamante.
Los Delasoga ya habían gastado más de quince rollos de soga de la buena, y habrían gastado muchísimos rollos más de no haber sido por la tijera brillante.
Bueno, en realidad la tijera brillante siempre había estado allí, en el costurero, hundida entre botones y carreteles. Pero nunca había brillado tanto como esa tarde. En una de esas porque era una tarde de sol brillante como una tijera.
Los Delasoga estaban, como siempre, atados.
María cosía un pantalón gris y aburrido.
Marita miraba cómo María cosía.
Juancho miraba cómo miraba Marita a María que cosía.
Juan miraba a Juancho mirar a Marita, que miraba a María, que cosía.
Y la tijera brillaba.
Cada tanto María la agarraba y –tristras- cortaba la tela.
Y, mientras cosía, miraba las soguitas enruladas en montoncitos blancos sobre el piso.
En realidad María nunca había pensado mucho en las sogas. Ahora, de pronto, las miraba mejor, las miraba fijo, y se daba cuenta de que les tenía rabia.
Entonces sucedió, por fin, lo que tenía que suceder de una vez por todas.
María agarró la tijera y –tristras- no cortó el pantalón gris; cortó la soga. Una soga cualquiera, la que tenía más cerca. Y después otra soga. La tercera y la cuarta las cortó Juan. Y Marita y Juancho cortaron una cada uno.
Las soguitas cortadas se cayeron al piso y se quedaron quietas.
¡Pobrecitos Delasoga! No estaban acostumbrados a vivir desatados. Al principio se asustaron muchísimo y casi casi salen corriendo a comprar otro rollo.
Pero después Juan dijo en voz baja:
--Casi casi…me iría a la cancha de Ferro, que hoy juega con River.
Y María dijo en voz alta:
--Casi casi…me iría a visitar a Encarnación, la de Barracas.
Y Juancho corrió a buscar los patines de las ruedas amarillas.
Y Marita dijo chau y se fue al quiosco del andén  a elegirse dos revistas.
Esta vez los cuatro Delasoga pasaron cuatro tardes, todas distintas.
Se volvieron a encontrar a la nochecita. Estaban cansados, porque no era fácil andar solos y para cualquier lado.
Juan y María se abrazaron muy fuerte y se contaron cosas.
Juancho contó, mientras se desataba los patines, que en el barrio tenía un amigo que se llamaba Bartola.
Marita contó que, junto al quiosco del andén, siempre había campanillas azulas y geranios rojos.
De la soga no hablaron más. ¿Para qué iba a hablar de sogas una gente tan unida?
Graciela Montes

Luego de la lectura los invitamos a realizar  cualquiera de estas dos actividades
Actividad 1: “Y las soguitas se cayeron al piso...” Después de la lectura del cuento, reflexionamos... Los Delasoga…  ¿Habrán  logrado ser personas más interesadas e interesantes desde que “las soguitas cortadas se cayeron al piso y se quedaron quietas”?  ¿Se habrán dejado de querer?  ¿Tendrán  más o menos ganas de estar juntos?

Actividad 2: Juntos, no iguales... En un pasaje del relato, el narrador refiere: “No estaban acostumbrados a vivir desatados y al principio se asustaron muchísimo, casi que salen corriendo a comprar otro rollo...” a) Reunidos en grupo  les proponemos que cada uno piense en una situación en la que hayan estado muy contentos por haber logrado hacer algo solos; y otra, ¡en la que el miedo se haya apoderado de ustedes!


Uds  deben  enviar sus  producciones  hasta el viernes 10 de julio o hacerlas directamente en el blog del jardín.  Todas ellas  formaran parte del  trabajo  ministerial “Jornadas Escuela, familias y comunidad”